Relinchos

A la gente se la notaba nerviosa por aquellos días. Las cosas se conjugaban para crear un ambiente caldeado, húmedo y espeso atravesado por descargas eléctricas que lo paraban todo por un instante sin declarararse nunca la tormenta. Así estaban las cosas: la carestía sin control, el desamparo que da el saber que no hay cambio posible, y, el sádico anzuelo de ametrallarte a diario con miles de necesidades a satisfacer para no caer en el embudo del fracaso y de allí lentamente deslizarte al oscuro submundo de los sin retorno para mezclarte en el sálvesequienpueda de los excluidos del gran mazapán envenenado de la ficción social.
Por eso me sorprendió el llamado de Bernárdez que no advertía nunca a nadie el paso que estaba por dar. Jamás anticipaba sus movimientos ni compartía confidencias con nadie. Bien, me llamó para invitarme a comer y explicarme su plan de acción frente a la crisis. Durante la cena me dijo en un tono serio de catedrático - Cuando empezamos a temer la crisis para un futuro próximo es en realidad cuando está en su esplendor. Lo que sentimos como crisis - prosiguió - son las exequias de la misma y el principio del fin. Lo consumado y sus consecuencias.
Conceptos como ese vertía Bernárdez mientras me miraba fijo enfocando su mirada penetrante que te vacía evitando que pienses.
- Guarda que Bernárdez te come el coco con los ojos - me había advertido Pochito antes de presentármelo hace más de dos décadas.
Bernárdez luego de una pausa de emperador en la que saboreó su vino me largó: - Tenemos mucha guita invertida en los caballos. Yo más que vos, un setenta por ciento del paquete. Me temo que el desajuste que harán en la economía va a joder la rentabilidad y el cambio. Estos brutos van a aumentar la tasas , en fin, lo de siempre, cada nueve años un descalabro programado para fugar capitales, y darle pista a los vampiros...
No me hubiera animado a hacerle comentario alguno sobre sus juicios, ya que hubiera confirmado su sospecha sobre mi total falta de iniciativa en el mundo práctico de los fenómenos tal cual son. Sobretodo sabía que no le importaba lo que ocurriera pero sí consideraba vital situarse en el bando correcto. Yo de depredador pragmático, nada. Pero el dinero me gustaba con locura. Tenerlo, saber que ahí estaba... Era un nexo conservador que me aseguraba libertad y evitaba que me perdiera en mi naturaleza poco apta para la vida real. Mis intereses eran modestos: el sexo, la salud, nadar y la lectura. Tener tiempo y pensamiento propio me había dado cuenta desde chico eran la misma cosa. Por eso ahora escuchaba atento la movida genial que mi socio me traía servida.
Las cosas salieron de perlas.
Con las ganancias más mi treinta por ciento vendido a Bernárdez por un precio muy conveniente compré esta casa con árboles centenarios. Pude seguir cambiando amores y dedicarme a leer. Zambullirme acompañado en mis sábanas o solitario en mi rectangular pileta de agua cristalina.

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©Fernando Enbeita - Ciudad de Buenos Aires - 2010

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