Soler sabe a veces decir sí

Soler a veces se preocupa demasiado. Sobre todo cuando tiene que decir sí cuando querría decir no. Esto lo pone de mal humor. Lleva la contradicción dentro suyo reflejada en la cara. Son las 5 de la tarde. Está en la calle. Va a encontrarse con Leny...
La vio por primera vez en casa de Santiago donde Soler solía jugar al póker una o dos veces por semana. Le gustó la forma en que lo miraba directo a los ojos, colgada del brazo de Santiago, al que llamaba todo el tiempo mi amor.
Luego se cruzaron en alguna fiesta aquel invierno en que Soler festejó su cumpleaños 30 tomando copas en un bar que Leny eligió. Ella tenía entonces 19 años. Aquella noche entre las dos puertas de vidrio que los aislaban del frío, ella lo besó y le puso un sobre celeste en el bolsillo del saco cuando 3 bocinazos los llamaron desde la calle.
Soler leyó y releyó la nota: "Mañana a las 5 en casa. Te quiero. L.".
Se tomó un wisky. Se lavó los dientes. Se acostó sabiendo que soñaría con ella, cosa que solía ocurrirle desde el día en que la había conocido...
Leny le tira el llavero envuelto en un repasador que baja los doce pisos en un instante para caer en el centro de las palmas de Soler, entrenado ya por años en este deporte. Abre la puerta de vidrio y metal. Sube los doce pisos mejorando su imágen en el espejo. Como suele, toca timbre antes de abrir. Ella lo recibe radiante. Se ha arreglado especialmente para él. Sabe que esto a Soler le encanta.
Leny le exige que la ayude a cumplir sus planes. Lo envuelve con cataratas de palabras... todas frases coherentes por separado, pero cuando ella por fin se calla para moverse por la casa como gacela en peligro, buscando algo que encuentra para pasar a la búsqueda siguiente, Soler siente vértigo y frío al repensar lo escuchado. Es el discurso de una depredadora. Leny es un animal hermoso cuyo instinto es perseverar y está dotada para hacerlo o conseguir quien le alivie la carga.
Ella decide todo. Como cuando lo obligó a estar presente mientras informaba a Santiago que lo dejaba por él. Santiago los insultó fuerte, les deseó las peores desgracias. Fue toda una escena de violencia en la calle con intervención policial incluída.
Ella se sienta frente a él. Lo mira fijo apurando la definición. Soler dice a todo que sí.
Ella se le tira encima, lo besa, le mordisquea el cuello. El le sonríe. Ella le gime urgentes deseos al oído. El vuelve a sonreir. Luego se desnudan. Se estiran sobre la sábana celeste. Soler suele mirar en momentos como este los cuerpos unidos nadando en el espejo.
Soler a veces, como ahora, es feliz.

---

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.